Óscar Ibarra Cómplices

Por Óscar Ibarra
Director General de COM Comunicación Integral
Twitter: @COMplicesCOM

Durante muchos años, me burlé de quienes eran usuarios de computadoras Mac haciéndoles la broma de que eran para personas tan limitadas que su mouse sólo tenía un botón y que eran tan amigables por la incapacidad de sus usuarios de manejar algo complejo.

Al paso de los años, fui descubriendo el enorme apego de los usuarios de Mac quienes defendían a su marca con una pasión desbordada y totalmente desproporcionada desde mi punto de vista. Realmente se enojaban y tenían reacciones muy fuertes cuando yo hacía comentarios peyorativos sobre la marca o sus productos. Un día después de dar una capacitación a un equipo de marketing y comunicación de una organización de la sociedad civil, tuve un episodio fuerte de reclamo al externar un juicio sobre sus computadoras Mac, pero esa vez tuve la oportunidad de platicar con ellas (era un equipo formado exclusivamente por mujeres) y me expusieron cualquier cantidad de razones por las cuales preferían Mac.

Desde mi despectivo punto de vista, ninguna de las razones que manejaron valía la pena ser tomada en cuenta, pero lo que materialmente me movió el tapete en mis convicciones fueron el tono y la manera extremadamente emotivos que utilizaron. Durante el vuelo de regreso, no dejé de pensar en la pasión con la que defendieron su marca este equipo de profesionales. No tenía nada que ver con que fueran mujeres. Tenía todo que ver con el amor que destilaban hacia la marca.

Poco tiempo después, decidí comprar mi primera laptop Mac, que seguramente fue algún tipo de MacBook. Cuando quise empezar a trabajar en ella, no entendía nada del tan criticado sistema operativo hecho para personas limitadas. Tuve que instalar un sistema Parallels en ella para tener mi Windows en forma simultánea al sistema Mac. Entonces mis colaboradores se burlaban de mí porque tenía una PC instalada en un chasis Mac. Finalmente, decidí hacer el salto de la muerte abandonando Windows y tomando el toro por los cuernos con el sistema Mac.

No me di cuenta en qué momento me convertí en un usuario feliz y sumamente satisfecho con mi Mac, pero sucedió mucho más temprano de lo que yo hubiera vaticinado. De pronto, comencé a criticar severamente a los que todavía usaban Blackberry y los apabullaba con mi nuevo iPhone, teléfono del que siempre he procurado tener el último modelo en mis manos. Poco después, adquirí mi primer iPad y hace unos días me vi en Amazon descargando libros versión Kindle «al cuarto iPad de Óscar». Al poco tiempo, alguien me explicó cómo sincronizar todos los dispositivos, cómo operar con iCloud y cómo no volver a perder nada de información. Sin darme cuenta, era uno más de los fervientes enamorados de Apple.

Sin embargo (desde mi punto de vista, después de la muerte de Steve Jobs), he visto una gradual pérdida de calidad en los equipos de esta tan querida marca. Acostumbro llevar mi iPad siempre que puedo a actividades fuera de la oficina, leo libros, escribo columnas como ésta utilizando Pages, ajusto planes de trabajo en Keynote y reviso cuestiones administrativas y de inversiones en Numbers, programas todos nativos de Apple. Para mi sorpresa, han ido en aumento las veces que los programas fallan en mi iPad, que se inhibe el teclado y que las aplicaciones se pasman obligándome a reiniciarlas y, algunas veces, hasta a reiniciar los dispositivos que esté usando.

Recibo una cantidad de actualizaciones de sistema operativo interminable, con una frecuencia que me hace pensar que mis tiempos con Windows fueron buenos, aunque tengo claro que estaba harto de ellas.

Siri me encantaba, le dictaba correos y mensajes de WhatsApp con gran frecuencia mientras manejaba. Primero me decepcionó lo poco comprensiva que resultó ante mi voz. Al final, me sentí profundamente traicionado cuando me puso en ridículo varias veces confabulada con el autocorrector escribiendo disparates que jamás se me habrían ocurrido en mis mejores momentos de humor negro.

Hace unos días, el iPhone 7 casi nuevo de mi esposa falleció mientras actualizaba el sistema operativo. Lo llevó a Telcel para que le hicieron RCP pero todo fue inútil. Estaba muerto y le entregaron otro equipo nuevo «en garantía», con la mejor tradición que llevó a las automotrices estadounidenses a su peor época de la historia cuando no podían entender que el sistema de garantías no quitaba el mal sabor de boca y la inseguridad que las fallas generaban en sus consumidores.

De pronto, veo que hay unos modelos de tableta-computadora de Samsung que son un verdadero sueño. Escucho de funcionalidades de los smartphones Samsung Galaxy (los que no explotan) que jamás soñé en Apple y empiezo a sentir que estoy enamorado de la marca equivocada. Ya la veo medio desorientada, le empiezo a notar patitas de gallo y, como dice la canción de Mi Viejo, «ahora ya camina lento». ¿Qué está pasando? ¿Apple me está abandonando?

Tengo miedo, mucho miedo de perder mi zona de confort en el manejo de información. La marca que hace unos años me retó a romper el statu quo de la masificación gris de las PCs se ha convertido en el statu quo actual y cada día me veo más inmerso en esa masificación de la que quise escapar y que me requirió una buena dosis de valor para irme con esa seductora marca.

Querida Apple, ¿por qué me estás abandonando? ¿Tengo que dejarte yo a ti o debo esperar a que me dejes tirado y me quede colgado de la brocha?

Como profesional de la construcción de marcas, tristemente veo que Apple viene en un constante descenso que me parece difícil detener y mucho menos remontar. Y eso me lleva inevitablemente a la pregunta de ¿estamos viendo la caída de Apple?

Para responder, te invito a esta reflexión: durante mucho tiempo se habló de un automóvil de conducción totalmente automatizada por Apple… ¿hoy te subirías con tus seres queridos en ese automóvil con los ojos cerrados? Yo ya no.

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1 COMENTARIO

  1. Muy bueno y tienes toda la razón , yo tengo también el 7 y cada vez es más seguido que lo tengo que apagar por x o cual cosa

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