Por María Fernanda Ramírez
Directora General de Comunicación Spread
Twitter: @FernandaSpread

Sin duda, los medios de comunicación han jugado un papel determinante en lo que se refiere a temas como liderazgo político, ya que es la manera más efectiva de llegar a las masas. Sin embargo, décadas atrás éstos se caracterizaban por no emitir contenidos que fueran en contra de los intereses políticos del gobierno en turno y como resultado recibíamos una realidad manipulada.

Con el paso del tiempo, los recursos y programas con contenido político se fueron sofisticando y ocuparon cada vez más espacio mediático; así, las estrategias de medios se fueron centrando en cultivar una imagen del candidato, misma que el electorado comenzó a tomar como un reflejo de la realidad pues nadie se daba a la tarea de cotejar si los datos proporcionados eran ciertos.

El impacto que un candidato tiene en la sociedad es vital importancia ya que los resultados indican que el partido político que resulta triunfador es el que tuvo más aparición en los medios de comunicación, pero cabe mencionar que gracias a que hoy existe mayor apertura de libertad de expresión y mayor acceso a la información nos es posible ver más allá de lo que los medios oficiales nos ofrecen.

Las crisis de estrategia de medios de la que hablaba al principio se debe, en gran medida, al mal manejo de la imagen pública y a los malos asesores que integran el equipo de un candidato político. Como ejemplo tenemos el caso del gobierno actual y sus problemas de comunicación. Según el Dr. Luis Fernando Aguilar Villanueva, especialista en filosofía política, «para ser eficaz, la política incluye una doble dimensión y tarea: ser capaz de resolver los problemas tecno-económicos que le plantea la realización de sus objetivos y tener la capacidad de solucionar los problemas de comunicación que le plantea el público ciudadano».

Inicialmente, durante la candidatura de Enrique Peña Nieto a la Presidencia, sus asesores políticos elaboraron una campaña basada en un discurso político direccionado a la activación del sistema emotivo de los ciudadanos a través de la interacción directa con ellos. De acuerdo con Jenaro Villamil, por siete años los asesores de medios se enfocaron a crear una imagen de un estadista capaz y exitoso, basado en un guión en el que se trataría al político como un personaje de espectáculo y a la ciudadanía como su audiencia, estrategia que posicionó al candidato del PRI como favorito entre la población (principalmente femenina) y lo condujo a la silla presidencial.

Sin embargo, a raíz de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y de la investigación que la prensa mexicana ha hecho sobre la mansión de siete millones de dólares que habita la familia del presidente -la cual no fue declarada dentro de su relación patrimonial-, se desató una nueva polémica que pone en entredicho la honorabilidad del gobierno de Enrique Peña Nieto.

De acuerdo con la encuesta realizada por Parametría -empresa que se encarga de medir los porcentajes de aceptación del gobierno en turno entre la población-, el 49 por ciento de los mexicanos no está de acuerdo con la manera en la que el presidente de la República lleva su gestión. Si el panorama del gobierno de Peña Nieto ya se encontraba turbio, un sondeo realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reveló que el 40 por ciento de los hogares mexicanos ha sido víctima de algún delito, mientras que el 67 por ciento de la población percibe su lugar de residencia como inseguro. Haber tardado varios días para hablar acerca de las desapariciones de los estudiantes y negarse a dar respuesta a los periodistas acerca del tema resultó ser un grave error, pues ha provocado que la sociedad exija su renuncia.

Gran parte de la estrategia de comunicación presidencial (mal planificada) fue enfocarse en la primera dama, Angélica Rivera, quien emitió un comunicado para esclarecer el tema de la mansión; no obstante, dejó mucho que desear pues sólo consiguió incendiar más los ánimos de la opinión pública, quien pone a tela de juicio si el mensaje fue emitido con sinceridad (o fue un guión armado) debido al tono de voz y lenguaje corporal del que hizo uso. Además, da la impresión de que los argumentos expuestos sólo pretendían desviar la atención de los temas coyunturales de fondo que realmente ameritan solución como el caso Ayotzinapa.

La crisis de comunicación a la que se enfrenta Los Pinos se debe principalmente a la falta de sensibilidad política para abordar los temas que aquejan a la nación, así como a la poca capacidad para brindar la información y respuestas adecuadas. Es de suma importancia que el gobierno aproveche los espacios mediáticos y distinguir cuál medio es el más apropiado para emitir el discurso del representante de la nación.

Es por eso que los asesores de imagen y relaciones públicas deben tener presente en todo momento que el presidente debe emitir mensajes orientados a informar constantemente acerca de los temas coyunturales que aquejan a la nación. Es un error generalizar las líneas de comunicación, así como guardar silencio acerca de situaciones que ameritan respuesta, pues con ello sólo provoca que la ciudadanía especule. Si se satisfacen de manera positiva las exigencias de la prensa y del público en general, podrá establecerse una estrecha relación entre el gobierno y el periodismo.

No hay que olvidar que la imagen de la máxima autoridad del país necesita proyectar confianza, tiene que ser carismático y adaptarse a todas las situaciones de cambio para que sea agradable ante el público; de lo contrario, un mal manejo mediático de la imagen sólo repercutirá en la falta de credibilidad de la figura presidencial.

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