Por Francisco Gutiérrez
Director general de Defontana México
En los últimos años he visto cómo el discurso sobre transformación digital en México ha crecido, pero también cómo sigue siendo, en muchos casos, un concepto abstracto. Se habla mucho de inteligencia artificial, automatización o analítica avanzada, pero todavía falta dar el paso más importante: integrar la tecnología en el corazón de la operación empresarial.
Hoy, la verdadera diferencia entre una empresa competitiva y una rezagada no está solo en su capacidad para digitalizar procesos, sino en su habilidad para conectar todas las piezas de su negocio: finanzas, operaciones, inventarios, clientes y cumplimiento fiscal. Esa integración —que antes parecía un lujo— se ha convertido en un requisito de supervivencia.
Un dato lo ilustra bien: aunque el 22% de los mexicanos dice haber leído o escuchado mucho sobre inteligencia artificial, casi la mitad (48%) solo ha escuchado “un poco” y un 28% no tiene ninguna referencia. Esto nos coloca por debajo del promedio global y muy lejos de economías como la japonesa o la alemana, donde más del 50% ya se declara familiarizado con el tema. Esta brecha no solo refleja una diferencia de conocimiento, sino también de adopción tecnológica real.
La consecuencia es tangible. De acuerdo con El Economista, las pérdidas por facturación falsa podrían superar los 1.4 billones de pesos en 2025. Y según Computer Weekly, más del 30% de las Pymes mexicanas sigue gestionando sus inventarios en hojas de cálculo. Esto significa errores, sobrecostos, falta de visibilidad y una baja capacidad de reacción ante los cambios del mercado.
Sistema integrado de gestión empresarial, el activo estratégico para conectar procesos
Desde mi experiencia, lo que realmente transforma una organización no es tener más tecnología, sino tenerla bien conectada. Cuando una empresa logra unificar sus procesos críticos —finanzas, inventarios, ventas y cumplimiento fiscal— no solo mejora su operación: gana velocidad, control y resiliencia. Esa es la ventaja estratégica de quienes entienden que la información no debe vivir en silos.
En Defontana lo vemos todos los días: los sistemas integrados de gestión empresarial (ERP, CRM, gestión de recursos humanos, facturación e inventarios) han dejado de ser herramientas operativas para convertirse en activos estratégicos. Permiten a las empresas tomar decisiones basadas en datos reales, anticiparse a riesgos y responder con agilidad a nuevas oportunidades.
Y aquí hay un punto clave que me gusta subrayar: la integración tecnológica no sustituye al talento humano, lo potencia. En un país donde el 35% de las personas se declara más preocupada que emocionada por la inteligencia artificial, la adopción de soluciones con inteligencia “agéntica” —es decir, que asisten, predicen y automatizan tareas sin perder el control humano— representa un equilibrio sensato entre innovación y confianza.
La integración tecnológica es vital para la supervivencia y el crecimiento de las empresas
Tanto las Pymes que buscan escalar como las grandes corporaciones que desean sostener su liderazgo enfrentan el mismo desafío: dejar atrás la automatización fragmentada y evolucionar hacia una gestión inteligente e integrada.
En un entorno donde la regulación fiscal se vuelve más estricta, la competencia más ágil y el consumidor más exigente, integrar procesos ya no es una tendencia tecnológica: es una estrategia de supervivencia y crecimiento sostenible.
Integrar es, en definitiva, pensar como un solo sistema. Y ese, me atrevo a decir, será el gran diferenciador de las empresas mexicanas que quieran competir en la próxima década.
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