Por Jessica Paredes
Directora general de FISAC
La relación de la humanidad con las bebidas alcohólicas es tan antigua como la historia misma. Se sabe que las bebidas fermentadas se producen de manera intencional desde hace más de 5,000 años en la antigua Mesopotamia y que desde entonces han existido lineamientos, consejos y advertencias sobre su consumo.
La primera ley escrita sobre alcohol proviene del reino de Hammurabi en Babilonia, alrededor del año 1750 a.C. En ella se regulaba la venta de cerveza y vino, se establecían estándares de medida y se protegía a los consumidores, marcando responsabilidades para quienes comercializaban estas bebidas. También en pinturas y grabados del antiguo Egipto
aparecen padres aconsejando a sus hijos sobre los riesgos de beber en exceso.
En la Grecia clásica, grandes pensadores como Homero, Platón, Séneca y Plinio el Viejo debatieron sobre los límites entre la moderación y la embriaguez. Incluso en su mitología, el alcohol se presenta como protagonista de escenas con distintos propósitos y consecuencias.
Hoy, miles de años después, el tema sigue siendo vigente. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2025 México registra un consumo per cápita de 5.7 litros de alcohol al año, con mayor prevalencia en hombres que en mujeres.
¿Cuándo se considera un consumo excesivo de alcohol y qué hacer para evitarlo?
Pero más allá del consumo per cápita, vale la pena preguntarnos: ¿Sabemos realmente qué significa un consumo excesivo? Según la norma, el consumo excesivo ocurre cuando los hombres ingieren más de 4 tragos estándar por ocasión y las mujeres más de 3. Esta diferencia no responde a la resistencia o tolerancia, sino a aspectos fisiológicos: el organismo de la mujer metaboliza el alcohol más lentamente.
Un mito común es pensar que un caballito de tequila “pega más” que una cerveza. En realidad, ambos contienen la misma cantidad de alcohol cuando se sirven en las porciones adecuadas – “trago estándar”. La diferencia es la cantidad de líquido entre uno y otro, pero la cantidad de alcohol es la misma.
Para México y el mundo, el concepto de “trago estándar” indica la cantidad de alcohol puro contenida en cada tipo de bebida. El cuerpo procesa un trago estándar en alrededor de una hora y media, y es el hígado quien se encarga de esta tarea. Cuando se bebe de forma acelerada y continua, sin hidratarse y sin alimentos, el alcohol pasa a la sangre más rápido y se acumula, generando los efectos que conocemos.
También existen falsas creencias para “curar” el exceso, como la idea de vomitar para eliminar el alcohol. Esto es incorrecto, pues una vez que se tienen los efectos, el alcohol se encuentra ya en la sangre. Lo único que se podría expulsar es el último trago consumido.
Por ello, es fundamental conocer y aplicar prácticas de cuidado y responsabilidad en torno al consumo de alcohol:
● Bajo ninguna circunstancia los menores de edad deben beber alcohol.
● Las mujeres embarazadas o lactantes no deben consumir, ya que el alcohol atraviesa la barrera placentaria o se pasa a través de la leche materna al bebé.
● Los adultos que deciden beber deben intercalar su consumo con agua, alimentos, y espaciar al menos una hora entre un trago y otro.
● El límite de consumo en una semana es de hasta 12 tragos estándar para hombres y hasta 9 para mujeres, dejando algunos días sin consumir y respetando las cantidades máximas por día antes mencionadas.
● Nunca se debe manejar después de haber bebido, planear el regreso seguro es la mejor forma de evitar accidentes.
En conclusión, el alcohol ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad y en la cultura mexicana. Sin embargo, su consumo debe acompañarse siempre de información, responsabilidad y moderación para proteger no solo a quien bebe, sino también a quienes le rodean.
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