Por Claudia Daré
Directora y cofundadora de Latam Intersect PR
El verdadero cambio climático en América Latina no solo se mide en grados o en tormentas, se mide en ideas, en liderazgo, en quién toma la palabra y para qué. Mientras los efectos del calentamiento global arrecian, una nueva generación está reescribiendo las reglas del juego: jóvenes, mujeres, comunidades indígenas, tecnólogos y activistas que no solo alzan la voz, sino que proponen soluciones concretas desde el territorio.
Este fenómeno tiene nombre: Thought Leadership climático. Y está posicionando a América Latina no como víctima pasiva de una crisis global, sino como fuente activa de innovación, resiliencia y visión estratégica. Ya no se trata de esperar ayuda ni repetir discursos heredados. Se trata de liderar con propuestas, con alianzas improbables y con una narrativa propia.
Lo vi con mis propios ojos en Belém do Pará, Brasil, ciudad amazónica que será sede de la COP30. Allí, donde la selva respira vida, pero también política, ciencia y comunicación, se gesta una de las expresiones más potentes de este liderazgo emergente. No es casualidad que esta ciudad haya sido elegida: es símbolo de urgencia, pero también de posibilidad. Estar en Belém es entender que la solución climática no va a venir “de afuera”, sino desde adentro, desde lo local, lo real, lo que ya está pasando, y por medio de quienes conocen lo que viven y saben contarlo.
Pero este liderazgo necesita visibilidad. Y sobre todo, necesita dejar atrás viejos moldes. Necesitamos líderes que construyan puentes, comuniquen con impacto, inspiren acción y diseñen soluciones replicables. Líderes capaces de traducir complejidad en cambio y de convertir historias en estrategias.
¿Cómo consolidar el liderazgo climático en América Latina?
En mi visita a la zona donde se desarrollará la COP30, donde pude poner los pies en la selva Amazónica, caminar por sus ríos, entender la dinámica de la ciudad y ver como va tomando forma para el evento, además de estar involucrada de cerca en los preparativos, diálogos previos y dinámicas regionales que este encuentro moviliza, he podido identificar seis claves que pueden consolidar este nuevo liderazgo climático que está surgiendo en América Latina. La COP30 no debe ser solo un foro de escucha: tiene que convertirse en una plataforma de transformación donde las ideas se conviertan en acción.
1. Ir más allá de la denuncia. Los líderes necesitan visibilizar lo que funciona como, por ejemplo, las comunidades rurales en Perú que están usando sensores de bajo costo para monitorear el agua o cooperativas agroecológicas en Brasil que restauran suelos mientras alimentan economías locales. El liderazgo se fortalece cuando señala problemas pero, sobre todo, cuando muestra conocimiento de ellos y puede comunicarse con claridad.
2. Construir alianzas entre sectores. Ningún actor puede resolver la crisis climática por sí solo, las alianzas entre comunidades, gobiernos, empresas y sociedad civil ya están dando frutos cuando se basan en confianza y objetivos comunes. En Colombia, hay proyectos donde empresas de energía renovable están trabajando con comunidades indígenas para electrificar zonas remotas respetando sus prácticas culturales. Son ejemplos de colaboración que inspiran también a marcas y corporativos.
3. Comunicar con impacto. Muchos proyectos valiosos fracasan no por falta de mérito, sino por no saber contarse. Necesitamos narrativas que conecten y activen a quienes hoy están al margen del debate. Una campaña sobre sequías puede ser tan efectiva como un documental, la diferencia entre ser visto y ser recordado radica en la capacidad de emocionar.
4. Impulsar proyectos replicables. El liderazgo climático debe tener la capacidad de inspirar a otros. Un proyecto que restaura manglares en Ecuador puede ser adaptado a las costas de Honduras. Una iniciativa de reciclaje comunitario en barrios populares de Argentina puede servir de modelo para zonas urbanas en México. Es necesario documentar, evaluar, sistematizar y compartir lo aprendido a través de voces líderes en cada localidad.
5. Unir actores bajo una visión común. La fragmentación es una de las principales amenazas del liderazgo climático en la región. Cada quien empuja desde su trinchera, pero rara vez se construye una visión compartida; la COP30 debe ser una oportunidad para alinear objetivos entre movimientos sociales, gobiernos locales, científicos, emprendedores y marcas. No se trata de uniformidad, sino de convergencia: de encontrar un propósito común.
6. Escalar el cambio. Lo local es el punto de partida, pero no el destino final. Las soluciones latinoamericanas tienen el potencial de convertirse en referentes globales si se diseñan con visión de escalabilidad. Lo mismo ocurre con las narrativas de marca: pueden iniciar en una comunidad pero impactar en todo el mundo.
América Latina concentra más del 50% de la biodiversidad del planeta, pero también sufre con fuerza los embates de los eventos extremos. Esta doble condición, riqueza y vulnerabilidad nos obliga a repensar nuestro rol. Tenemos lo que se necesita para liderar: conocimiento ancestral, capital humano creativo y, sobre todo, urgencia.
La COP30 será un momento clave. Pero más allá de las cámaras y los discursos, lo importante será quienes logren influir. Porque el liderazgo climático que América Latina necesita ya está en marcha, sólo falta amplificarlo.
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