Por Marta Bonadie
Fundadora y directora general de Taller 1339
En la actualidad, donde la globalización a menudo amenaza con homogeneizar todo, el diseño interior sobresale como un elemento clave de autenticidad, un lienzo tridimensional donde la cultura y la identidad no solo se exhiben, sino que se celebran y se perpetúan.
Como fundadora y directora general de Taller 1339, una empresa de arquitectura y diseño de interiores que vive la creación de espacios, he sido testigo de primera mano del poder transformador que tiene un diseño interior consciente, capaz de contar historias, evocar emociones y, en última instancia, reflejar el alma de quienes lo habitan.
No se trata simplemente de elegir colores, un mobiliario atractivo o texturas agradables; el diseño interior, en su esencia más profunda, es un acto de interpretación cultural. Como arquitectos, una de nuestras misiones es tener la habilidad para sumergirnos en los valores, las tradiciones y aspiraciones de una comunidad, una marca o un individuo, para luego traducir esa comprensión en un lenguaje espacial tangible.
¿Cómo crear un diseño interior que refleje cultura e identidad?
Pensemos, por un momento, en la gastronomía. Un restaurante no es solo un lugar para comer, es una experiencia multisensorial. Un restaurante de comida asiática no solo servirá sushi; su diseño interior transportará a sus comensales a un jardín zen, una iluminación tenue que imita la luz de las velas y una paleta de colores que evoca la serenidad de la naturaleza japonesa.
Cada elemento, desde la disposición de las mesas hasta la elección de la vajilla, es pensado minuciosamente para trasladar al comensal por toda una experiencia sensorial. En este ejemplo, el diseño no es un adorno; es un hilo conductor que une la comida, el servicio y el ambiente en una narrativa cultural cohesiva.
De manera similar, en el ámbito corporativo, las oficinas han trascendido su función meramente utilitaria para convertirse en poderosas declaraciones de identidad de marca. Una empresa de deporte no buscará el mismo diseño que una de marketing. La primera optará por espacios abiertos, dinámicos y divertidos, con colores vibrantes, zonas lúdicas y una estética que motive la actividad física. Por el contrario, la agencia de marketing podría elegir espacios colaborativos, zonas de descanso, materiales industriales y una estética minimalista que refleje solidez, energía, confianza, transparencia y creatividad.
Las paredes, los muebles y la distribución del espacio se convierten en portavoces silenciosos de la misión y visión de la compañía, mientras que los colores, que pueden ir desde tonos vibrantes hasta neutros, dependerán de la esencia de cada organización. En ambos casos, el diseño interior no es un gasto, sino una inversión estratégica que comunica los valores de la empresa, atrae talento afín y refuerza la cultura organizacional.
Un diseño interior con resonancia cultural e identitaria debe reflejar la esencia del cliente
La clave para lograr esta resonancia cultural e identitaria radica en la investigación profunda y la empatía con cada cliente. Un diseñador de interiores no puede imponer su visión; debe escuchar, observar y comprender. Esto implica sumergirse en la historia del lugar, en las costumbres de su comunidad, las necesidades que tienen como equipo, etc.
La identidad personal también juega un papel crucial. En el diseño residencial, el hogar es el santuario de la individualidad. Un diseñador excepcional no impone un estilo, sino que destila la esencia de sus clientes: sus pasiones, recuerdos, viajes, aspiraciones, etc. Figuras de colección, un mueble de familia con historia o colores que evoquen un recuerdo son elementos que se integran en un diseño que no solo es estéticamente agradable, sino profundamente personal y significativo. El hogar se puede convertir en un álbum de recortes tridimensionales de la vida de quienes lo habitan, un espacio donde cada objeto tiene una historia que contar.
En Taller 1339 creemos firmemente que el diseño interior es una disciplina viva, en constante evolución, pero siempre anclada en la riqueza de la experiencia humana. Es nuestra responsabilidad como profesionales no solo crear espacios bellos y funcionales, sino también espacios que respiren, que hablen, que cuenten historias. Espacios que, al entrar en ellos, nos permitan sentir la pulsación de una cultura, la fortaleza de una identidad o la calidez de un hogar.
En un mundo que a menudo parece correr hacia la uniformidad, el diseño interior nos recuerda la belleza de la diversidad, la riqueza de las tradiciones y la singularidad de cada ser humano y cada comunidad. Es un arte que celebra lo que nos hace únicos, transformando simples estructuras en verdaderos reflejos del alma. Y en eso reside su verdadero poder y su inmenso valor.
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