Óscar Ibarra Cómplices

Por Óscar Ibarra
Director General de COM Comunicación Integral
Twitter: @COMplicesCOM

¿Iniciamos el 2016 con optimismo? La verdad es que ya me confundo con los años, los sexenios y las crisis. Desde que inicié la agencia en 1989, hemos ido sorteando crisis sexenales, misceláneas fiscales y depresiones globales. Creo que a estas alturas ya podemos considerarnos sobrevivientes, lo cual no garantiza una condición permanente.

Pero ahora que terminamos este año de devaluación de nuestro querido peso, de sorpresas acerca de las condiciones globales que hacen catarsis de diferentes formas en las diversas sociedades del mundo, hasta llegar al Brexit -un voto por regresar a ¿una economía cerrada- y la súper sorprendente elección en los Estados Unidos donde los habitantes pertenecientes a la clase media, como admiradores del Chapulín Colorado, voltean a ver quién podrá defenderlos y ponen sus esperanzas en Donald Trump, ya no imagino qué esperar.

Ahora se pone de moda en México la persecución de los ex gobernadores corruptos y ladrones, como si fuera una condición nueva en nuestro sistema político y como si pudiera darnos esperanzas de que las cosas van a cambiar de verdad y de fondo.

Y cuando me subo a la barda del 2017 para asomarme a ver si puedo deslumbrar algo de lo que hay más allá, lo único que veo es un año preelectoral lleno de cortinas de humo y de guerra sucia entre los políticos y sus partidos que lo último que tienen en la cabeza es a los electores que los pusieron donde están.

¿Qué podemos esperar entonces? ¿Cómo podemos planear ante estos escenarios? En realidad es sencillo. Hace unos años, Nexos publicó una investigación realizada por Gaussc y Lexia que titularon “Sueños y Aspiraciones de los Mexicanos” y en la que plantean, más allá del humor social o del estado de ánimo colectivo, una franca ruptura entre la gente de a pie y las élites políticas y financieras del país.

Con esto entro al tema que me interesa sobre la conducta del consumidor que somos todos de una u otra forma. Consumimos ideas, sueños, servicios, productos y también información, pero como consumidores de políticos habemos varios que ya decidimos abandonar la categoría que representan en el mercado y los hemos sustituido por el “hágalo usted mismo”. Una forma de vida y de hacer negocios que nos permite sobrevivir y en algunos casos hasta crecer al margen de las maniobras de nuestros representantes populares, tan impopulares hoy en día.

Hemos aprendido a no esperar nada de nuestros gobernantes más allá de la habitual corrupción y extorsión en algunos casos. Hemos aprendido a rascarnos con nuestras uñas, como dice nuestra ancestral sabiduría.

Y en esto precisamente estriba la certeza que hoy podemos tener en México. Certeza de que podemos seguir saliendo adelante a pesar de todo. Certeza de que si somos lo suficientemente inteligentes para entender el territorio en que viven nuestras marcas podemos sacar provecho de ello. Certeza de que enfrentamos a una población que en su faceta de consumidora espera que las satisfacciones vengan de las marcas y no de su país. Certeza de que todos y cada uno de quienes vivimos en México estamos decididos a vivir la vida de la mejor manera posible en las circunstancias que nos han colocado. Si entendemos esto, podremos, como empresas y como marcas, mejorar las condiciones de vida y el estado de ánimo de las personas que queremos que sean nuestras consumidoras.

Por último, la certeza de que quienes son solidarios y se mantienen cerca de las personas y muestran empatía y comprensión hacia ellas (no lástima ni piedad), incluyendo a las marcas como si fueran también personas, saldrán fortalecidos al final de la crisis o durante toda ella si es que no toca a su fin.

Es momento entonces de construir certezas con las personas, de mostrarles cuánto nos importan y hacer su vida tanto más agradable como puedan hacerlo los productos o servicios que representan nuestras marcas.

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