uso de IA en la última milla

Por Carlos Díaz Ojeda
General manager de DispatchTrack Latinoamérica

Hablar de Inteligencia Artificial (IA) ya no es proyectar un escenario futurista, sino aceptar una realidad que, sin hacer demasiado ruido, está transformando los cimientos de la economía contemporánea. Lo vemos en las finanzas, en la salud, en la educación, pero es en la logística —y muy especialmente en la última milla— donde el impacto se vuelve más evidente. No se trata de una innovación aislada, sino de un cambio estructural que está redefiniendo cómo las empresas se conectan con sus clientes y cómo estos experimentan las marcas en su día a día.

La última milla es el punto de mayor fricción dentro de la cadena de suministro. Es también la fase más costosa, la más compleja y, paradójicamente, la más visible para el consumidor. Es en ese tramo final —cuando un paquete llega a la puerta de un hogar o a la oficina de un cliente— donde la promesa de valor de una empresa se pone verdaderamente a prueba. Durante décadas, resolver este eslabón ha sido un reto plagado de incertidumbre: embotellamientos imposibles de prever, condiciones climáticas que alteran las rutas, direcciones confusas en áreas urbanas y suburbanas, ventanas de entrega poco realistas y, más recientemente, consumidores cada vez más impacientes y exigentes.

En este terreno lleno de variables, la IA irrumpió no como una promesa etérea, sino como una herramienta concreta que empieza a ofrecer respuestas donde antes predominaba la improvisación. Hoy ya no hablamos de experimentos piloto: hablamos de sistemas capaces de tomar decisiones en segundos, de anticipar escenarios y de aprender de cada entrega para perfeccionar la siguiente.

Los avances son palpables. Algoritmos de optimización permiten trazar rutas en tiempo real, ajustándose de inmediato ante un cierre inesperado de calles o un accidente vial. Modelos predictivos ayudan a estimar retrasos antes de que ocurran, ofreciendo a las empresas margen de maniobra para reaccionar con rapidez. Este nivel de precisión no solo se traduce en eficiencia interna, sino en una experiencia mucho más confiable para el consumidor.

¿Cómo beneficia la integración de IA en la última milla a empresas y consumidores?

De acuerdo con estimaciones de McKinsey & Company, las compañías que han integrado IA en sus cadenas de suministro han logrado reducir hasta en un 15% los costos logísticos, mejorar los niveles de servicio en un 65% y disminuir inventarios en un 35%. Se trata de cifras que evidencian que no hablamos de un simple ajuste operativo, sino de una transformación de fondo en la manera de concebir la logística.

Pero el impacto de la IA trasciende lo técnico. El consumidor, cada vez más exigente, percibe mejoras tangibles: tiempos de llegada con una precisión superior al 98%, notificaciones en tiempo real, posibilidad de elegir ventanas de entrega más acotadas y la confianza de que su pedido no se perderá en el camino. En un entorno dominado por el comercio electrónico —donde la promesa es inmediatez y el margen de error es prácticamente nulo—, esa capacidad de predecir, informar y personalizar no es un valor
agregado: es un diferenciador estratégico.

Conviene detenerse en tres beneficios que ilustran la magnitud de este cambio:

  • Primero, la optimización de rutas en tiempo real, que permite reducir costos de combustible, evitar retrasos y disminuir la huella ambiental, algo crucial en urbes como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey, donde el tráfico es un desafío permanente.
  • Segundo, el mantenimiento predictivo de las flotas, que, gracias a sensores y análisis de datos, anticipa fallas mecánicas antes de que ocurran, minimizando interrupciones en la operación y reduciendo gastos de reparación.
  • Y tercero, la geolocalización precisa de entregas, que resuelve uno de los problemas históricos en México y América Latina: las direcciones confusas, los barrios con nomenclaturas irregulares o las zonas de difícil acceso. Gracias a la IA, localizar al cliente correcto se convierte en una tarea mucho más exacta, evitando pérdidas de tiempo y errores que deterioran la experiencia.

Lo más interesante de esta revolución tecnológica es que no se limita a ejecutar tareas con mayor eficiencia. La IA aprende. Cada paquete entregado, cada kilómetro recorrido, cada retraso imprevisto se convierte en un dato que alimenta los modelos, los hace más robustos y los prepara para enfrentar futuros escenarios con mayor precisión. Estamos frente a un ciclo de aprendizaje continuo que convierte a la logística en un sistema vivo en constante evolución.

El mensaje para el sector es contundente: la IA ya cambió las reglas del juego en la logística. No es un lujo ni una opción que pueda postergarse, es el nuevo estándar que definirá a los líderes y a los rezagados. Aquellos que adopten la IA estarán en condiciones de responder a un consumidor cada vez más exigente y a un mercado cada vez más competitivo. Aquellos que la ignoren corren el riesgo de quedarse fuera de la jugada.

La última milla se ha convertido en el terreno decisivo donde se gana o se pierde la confianza del cliente. Y en ese terreno, la IA no es un complemento tecnológico, sino una herramienta indispensable para garantizar precisión, sostenibilidad y rentabilidad. En definitiva, el futuro de la logística no está por llegar: ya está aquí, desplegándose en cada entrega que toca nuestra puerta.

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