Por René Alejandri
Experto en marketing y comercio electrónico
Hay cosas que uno siente más que entender. Y esa es precisamente la magia —y el reto— de esta generación que viene empujando fuerte, con ideas nuevas, emociones intensas y un lenguaje que no se parece en nada al que usábamos antes. Netflix lo capturó maravillosamente en la serie Adolescencia, que no solo retrata a los jóvenes… nos obliga a mirarnos a nosotros mismos.
No es solo una historia de adolescentes. Es una clase de comunicación emocional, una sacudida suave al corazón y a la cabeza. Porque esta generación no dice “me siento triste”, te lanza un 🫠. No pide ayuda con palabras, te manda un silencio digital que duele. Y lo más impresionante: nos entienden más con un emoji que con un discurso.
Y como profesionales de la comunicación, del marketing, del branding, no podemos quedarnos afuera de este nuevo idioma emocional. ¡No podemos mirar para otro lado!
🧠 McLuhan ya lo había visto venir
Marshall McLuhan, ese genio adelantado a su época, nos dijo algo que hoy es más verdad que nunca: el medio es el mensaje. Lo que usamos para comunicarnos nos transforma. La televisión no solo nos entretuvo, cambió cómo veíamos el mundo. Y hoy, los emojis no solo decoran frases, moldean emociones.
McLuhan decía que los medios eran extensiones de nuestros sentidos. Y es verdad. La ropa extiende la piel. El teléfono extiende la voz. Y hoy, el emoji extiende el alma. Porque un 🧡, un 😶🌫️ o un 🙃 pueden decir todo… sin decir nada.
Y eso ¡es un superpoder comunicativo! Pero también una responsabilidad enorme.
🎬 Cuando un emoji duele más que una palabra
En un episodio de Adolescencia un personaje manda un emoji pensando que será gracioso. El otro lo recibe como una falta de respeto. Y lo que parecía un gesto inocente se vuelve una tormenta emocional. ¿Exagerado? Para nada. Es la realidad diaria de esta generación hiperconectada.
Vivimos en un mundo donde un 👍 puede sonar seco y un 😂 puede parecer falso. En Slack, en WhatsApp, en correos… el contexto lo es todo.
Y si nosotros —los que diseñamos campañas, mensajes, marcas— no entendemos esto, estamos quedándonos afuera de la conversación más importante del momento: la emocional.
🚨 ¿Qué les está pasando a las marcas?
Muchas marcas están gritando en un idioma que ya nadie escucha. Antes, todos sabíamos que Axe era el olor del chico rebelde, el que se animaba. Sabíamos que Coca-Cola era la Navidad, la familia, el abrazo. ¡Todos compartíamos ese mismo código emocional! Pero hoy, ese lenguaje se rompió. Ya no hay un solo significado universal.
Axe ya no representa lo mismo. Coca-Cola ya no une a todas las generaciones en la misma imagen. Y eso no es malo, ¡es un nuevo desafío! Un llamado a reinventarnos. Porque el consumidor de antes ya no existe. Y si seguimos hablándole a ese fantasma, no vamos a emocionar a nadie.
🎯 Estrategia con corazón
Hoy no basta con ser creativos. Tenemos que ser inteligentes emocionalmente. Leer datos, sí, pero también leer gestos. Estudiar métricas, sí, pero también escuchar silencios.
Como estratega, te dejo una fórmula que a mí me funciona y que recomiendo con el corazón:
1. Insight emocional: ¿Qué siente tu audiencia?
2. Lenguaje cultural: ¿Cómo lo expresa hoy, no ayer?
3. Valor simbólico de tu marca: ¿Cómo acompañas tú eso, sin impostar nada?
Porque comunicar no es solo impactar. Es comprender, tocar, mover, inspirar. Y ahí está el verdadero valor. No en la campaña viral, sino en la conexión genuina.
💛 Conclusión (con mucha actitud)
Adolescencia no es solo una serie. Es una llamada a evolucionar. A dejar de pensar que lo que decimos es lo importante. Lo que importa es lo que el otro siente cuando lo escucha.
Los emojis, los likes, los “visto”, los silencios… no son detalles. Son los nuevos latidos del corazón digital.
Así que, colegas, creativos, comunicólogos, marketers:
👉 No operemos con mapas viejos en territorios nuevos.
👉 No hablemos más sin escuchar primero.
👉 No diseñemos sin sentir.
Porque comunicar no es solo emitir. Es conectar. Es emocionar. Es cuidar. Y si lo hacemos con estrategia, con empatía, con actitud, no solo venderemos más, sino que inspiraremos más. Y eso sí que vale la pena.
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