José Luis Cruz Fundación Proyecto 2020

Por José Luis Cruz Guízar
Presidente de Fundación Proyecto 2020, A.C.
Correo: jlcguizar@gmail.com

México y el mundo atraviesan por un particular momento complicado en términos económicos como consecuencia de la pandemia del COVID-19. La emergencia sanitaria ha obligado que grandes sectores de la economía mundial detengan sus actividades de manera forzosa como medida para disminuir el riesgo de contagio entre empleados y en las comunidades en que éstas se encuentran. Adicionalmente, como parte de las medidas para disminuir el contagio comunitario, el cierre temporal de los comercios y de las pequeñas y medianas empresas, junto con el aislamiento de la población, ha provocado una disminución de la demanda tanto a nivel nacional como internacional.

Esta crisis, a diferencia de otras anteriores, nos habla de un doble choque económico. Por un lado, un golpe en la oferta de bienes y servicios debido a la suspensión temporal de actividades de estos sectores. Por el otro, un golpe en la demanda al estar la mayor parte de la población en aislamiento social.

Esta situación supone un gran reto para el gobierno, el sector empresarial y la sociedad en su conjunto sobre cómo enfrentar los efectos de la pandemia.

Para el gobierno, los esfuerzos deben centrarse en los más desfavorecidos económicamente, en proteger los ingresos de quienes viven al día y garantizar su alimentación y consumo básico.

Frente al sector productivo, la preocupación del gobierno es proteger el empleo para que las empresas no se vean obligadas a cerrar. Con este propósito, ha tomado algunas medidas como créditos y la posibilidad de diferir las obligaciones patronales durante la contingencia.

Ahora, ¿qué les toca a los empresarios hacer frente a la pandemia del COVID-19?

Ante esta pandemia, el sector empresarial también está poniendo de su parte, cada uno aportando acorde a su tamaño y número de empleados. En esta ocasión, la responsabilidad social de las empresas no sólo es para con sus accionistas y propietarios, sino con la sociedad en general.

Para el gran empresariado, su responsabilidad frente a esta crisis es respetar sus obligaciones laborales y mantener en la medida de lo posible su plantilla de trabajadores. Otra obligación importante en este momento es pagar sus impuestos, ya que éstos son requeridos por el gobierno para poder enfrentar la pandemia y tener los recursos
suficientes para que nadie, en especial los sectores menos favorecidos de la población, quede desprotegido en su cuidado por falta de recursos.

Como medidas, hemos visto que la gran mayoría de los empresarios han seguido las indicaciones de detener sus actividades de forma presencial. Algunos optaron por el muy aplaudido trabajo en casa, otros prefirieron suspender sus actividades de forma temporal y enviar a sus empleados a casa con goce de sueldo, otros decidieron apoyar el esfuerzo de combate al COVID-19 reorientando su producción hacia la fabricación de insumos para el sector salud, otros más han lanzado campañas internas de concientización sobre los riesgos de contraer este virus y también hay grandes empresas cuyas fundaciones han destinado fondos para apoyar al sector salud o la investigación de posibles vacunas contra el coronavirus.

Sin embargo, sabemos que aún falta un largo trecho por recorrer y las circunstancias irán cambiando conforme avance el tiempo y, sobretodo, cómo este frenón económico vaya afectando a cada uno de los sectores.

Corresponsabilidad, la gran lección de esta crisis

Sin duda, esta pandemia nos dejará una gran lección: la solidaridad. A diferencia de otras crisis, la responsabilidad y los esfuerzos para salir adelante no han sido de un solo sector, sólo del gobierno o de los empresarios nada más, ha sido un esfuerzo de toda la sociedad, tanto a nivel nacional como internacional.

Esta pandemia nos ha enseñado la corresponsabilidad frente a los grandes retos y, sobretodo, nos prepara para los desafíos futuros como el cambio climático.

Esta lección supone un cambio de paradigma en la respuesta colectiva hacia las crisis que afectan al planeta y a la humanidad en su conjunto. Las respuestas no solo deberán ser de instituciones, sino también de las personas. Este cambio de paradigma abre una ventana de oportunidad para que organizaciones sociales, fundaciones y activistas puedan incidir en un nuevo modelo económico y social que sea más igualitario y responsable con el medio ambiente. Otro mundo es posible.

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