Por María Fernanda Ramírez
Directora General de Comunicación Spread
Twitter: @FernandaSpread

«La cosa más valiosa que puedes hacer es cometer un error –nada puedes aprender de ser perfecto«.

Adam Osborne

Todas las figuras públicas, marcas y empresas pueden experimentar una crisis de credibilidad de diversa índole que, como toda enfermedad, si no se atiende a tiempo puede tener resultados catastróficos, principalmente de tipo económico pero también psico-emocionales para quienes asumen el golpe.

El manejo de una crisis tiene varias etapas: la prevención, la intervención temprana, el estallamiento, el clímax y el desenlace, el cual puede ser positivo o negativo dependiendo de qué tan adecuadamente se les dio contención a los pasos anteriores y, sobre todo, dependerá de haber contado con la asesoría correcta o no.

En esta ocasión, voy a enfocarme en una de las etapas más difíciles: cuando la crisis ya estalló. Es el momento en que los medios de comunicación han hecho pública la información que no querías que lo fuera y el tema está en boca de todos. Dependiendo de la naturaleza de la crisis y de qué tipo de intereses involucre, en mayor o menor medida hay que enfrentar fuertes críticas.

Si eres una figura pública, hay que esperar por lo menos una avalancha de memes y un hashtag en trending topic jugando con tu reputación por unos días. Para aterrizar un poco, voy a referirme a un caso que llamó mi atención por la ausencia de un manejo profesional de crisis y porque ha sido un tema recurrente en los medios desde el año pasado; no sabemos si hay alguien o no detrás brindando asesoría o si la persona que está a cargo no ha sabido cómo enfrentar la vorágine, lo que sabemos es que hasta el día de hoy el caso sigue regalando tela de dónde cortar. Hablo del caso Pedro Ferriz de Con.

Hace un par de semanas se dio a conocer el final de la relación comercial entre el líder de opinión y la empresa de medios Grupo Imagen en un breve comunicado que se limita a informar sobre la ruptura y no da mayor explicación. Cada evento que ha rodeado a Pedro Ferriz se liga entre sí y aunque aparentemente son temas separados, juntos dan como resultado la pérdida de un espacio radiofónico que independientemente de que fuera de nuestro agrado, era de mucha valía para sus radioescuchas.

Hay varios elementos a desmenuzar. Por un lado, Pedro Ferriz saltó a la escena pública desde que en julio de 2012 se vio envuelto en una fuerte polémica por expresar opiniones negativas en torno a la figura del presidente Enrique Peña Nieto en un acto completamente legítimo y -dicho sea de paso- por el que se presume que Cadena Tres TV lo sacó de su noticiario nocturno y cerró su columna editorial «El búho no ha muerto» en Excélsior hace más o menos un año y medio.

Aunado a ello, a principios del pasado mes de julio (casi un año después) se hicieron públicas en varios portales de noticias imágenes del periodista con la comunicadora Mary Carmen Tovar, que supondrían el engaño de éste a su esposa Dore Hijar. Los rumores se acrecentaron cuando se comenzó a difundir un audio con una supuesta conversación entre Pedro Ferriz y Mary Carmen, en cuyos diálogos tocan temas de la vida íntima de ambos.

A partir de ese momento, la crisis comenzó a salirse de control. El silencio absoluto que guardó el comunicador en torno al escándalo dio pie a que la andanada de especulaciones creciera. Es bien sabido por los profesionales de manejo de crisis que el silencio es una de las peores tácticas a utilizar cuando la bomba ya explotó mediáticamente, porque en vez de disminuir la intensidad la aumenta y permite que terceros den su opinión, muchas veces sin importar que su argumentación esté basada en hechos reales o en simples apreciaciones.

Se le sumó a este escándalo el trascendido de que Ferriz dejará el periodismo para dedicarse a la política. Todavía sin que el directamente involucrado comparta la decisión o la desmienta, su figura y carrera ya fue expuesta en las redes sociales y los medios de comunicación en general, lo cual a mi parecer es un rasgo antiético por parte de la prensa aunque altamente previsible y, por ende, controlable.

El caso devela varios temas importantes de la vida nacional. El primero -y el más relevante para mi gusto- es el que toca el cuestionable nivel periodístico que existe en nuestro país y cómo es que muchos medios dependen del escarnio de un tercero para hacerse de contenido interesante sobrepasando los límites del respeto a la vida privada. El segundo es la hipótesis vinculada a que Pedro Ferriz en realidad está siendo víctima de una trampa como represalia a la expresión de sus ideas políticas lo que supondría censura. Y el tercero es cuestionar dónde están los profesionales en manejo de crisis para manejar todo este asunto.

Los primeros pasos para contener la crisis han estado ausentes; sin embargo, la historia no tendría por qué acabar con un touché mediático. Aún es tiempo de un mensaje público por parte del afectado no para pedir disculpas por sus actos -si es que cabe aclarar-, sino para despejar el camino de especulaciones, apartar de golpe su vida privada de la esfera mediática y seguir adelante con su vida profesional utilizando el legítimo derecho a réplica, pues hasta ahora sólo conocemos una parte de la historia.

A veces un momento crítico puede ser la puerta abierta para salir fortalecido, pero es indispensable que las empresas o las figuras públicas cuenten con alguien que se los haga saber.

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