a quiénes se admiran en publicidad

Por Michael Convey
Director de Convey Publicidad

Hace poco, se publicó una lista con la gente más admirada. Con profunda “pena” vi que entre los 50 personajes -hombres y mujeres- que aparecen en México, ninguno es publicista, ni mercadólogo, ni comunicólogo.

Nada que me asombre, tampoco aparecen grandes escritores, premios Nobel, científicos o economistas, pero sí me permite hacer una reflexión: el año pasado alguien me preguntaba si conocía a Clemente Cámara, casi me indigné, ¿quién no conoce a Clemente Cámara? Pues resulta que pocos conocen a dicho personaje.

Soy de la generación que admiró a Eulalio Ferrer, a James Stanton, vimos encumbrarse a Ana María Olabuenaga, supimos que Alejandro González Iñárritu dejaba Z Publicidad para dedicarse al cine, aprendimos de Kevin Roberts la importancia del amor a las marcas.

Muchos de esa generación se diluyeron en el anonimato y creo que es lo normal en muchas áreas profesionales; sin embargo, el mundo de la publicidad es fan de los premios con la idea de ser admirados y aplaudidos. ¿Qué pasa entonces? Una vez más se demuestra la banalidad de nuestra profesión.

Vi el comercial de productos Del Fuerte y siguen utilizando su misma tonada de “los tomatitos”; generaciones enteras pueden cantar el jingle, pero nadie sabe quién lo hizo. Lo mismo sucede con Iñárritu, quien no será recordado por los promocionales de Canal 5. Tuve el placer de conocer a Guillermo Fernández, destacado escritor, y me contó cómo se le ocurrió el comercial de jabón Palmolive “¿eres tú, Carlos?”, pero sólo yo sé esa historia.

En realidad, muy pocos en esta industria logran dejar huella. Muchos tienen premios, pero éstos no son suficientes para conseguir la admiración de los demás.

¿Qué necesitamos entonces para lograr ser admirados?

Yo creo que hay dos puntos clave:

El primero, dejar de preocuparnos por ser admirables. Es tan absurdo como querer ser agradables o tener una persistente preocupación por ser graciosos, cualquiera de estas actitudes termina por ser insoportable.

El segundo, apasionarnos. Si ustedes hubieran escuchado hablar a algunos de los
personajes que he mencionado, se darían cuenta de la pasión que desbordaban. Cuando tienes la oportunidad de sentarte frente a alguien que no logra controlar su emoción por lo que hace, es contagioso, provocativo; por supuesto, ninguno habla de sí mismo, sino de lo que les genera pasión.

¿A quién admiro? Todos los nombres que aquí he dado me parecen extraordinarios, pero además debo agregar a gente con la que he trabajado como Óscar Pinto, Billy Guijosa, Fernando Córdova, Humberto Barroeta, Alberto Cerriteño y los nombro a ellos porque son los que fácilmente aparecerán en Google, pero he tenido la suerte de colaborar con gente muy talentosa y apasionada.

Para terminar, agregaría una tercera clave para ser admirado: Véanse al espejo.

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